AL CHILE CON ... Pedro Infante.
- alchileconelcine
- 27 nov 2018
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24.11.18 CdMx
Este personaje ha estado en la vida de todos, desde sus películas hasta su música.
Y es que no solo los mexicanos podemos sentirnos orgullosos de él, este hombre puso el nombre de México por todo el mundo. Con su carisma, su galanura y esa sonrisa que hace suspirar a mujeres y lo convierte en el modelo del hombre perfecto, nace su leyenda: PEDRO INFANTE.
Pedro encarga muchos arquetipos mexicanos desde el indio, el obrero, el mujeriego hasta el “verdadero” charro mexicano, de modo que del rostro de Pedro Infante se pudieron reconocer las distintas posibilidades económicas, sociales, culturales, históricas y geográficas de ser mexicano e integrarlas en un imaginario conjunto constitutivo de lo nacional.
Pedro Infante como icono de la cultura mexicana o la mexicanidad es el resultado del trabajo genial del productor, director y guionista Ismael Rodríguez. Porque las identidades se reconocen por sus imágenes, el cine ha sido un medio especialmente importante para la promoción de procesos de identificación.
Si Pedro Infante tomaba agua en botellas de tequila delante de las cámaras y era abstemio en su vida privada, ¿por qué sigue representando la imagen admirada del mexicano borracho, parrandero y jugador? Si era imposible que fuera de cámaras hubiera sido permanente y simultáneamente buen hijo, buen padre, guadalupano, valiente y sincero, ¿por qué creerle al grado de la idolatría? Si era un norteño ranchero, ¿por qué sigue representando el estereotipo del chilango de vecindad? Solamente porque queremos creer que esa fantasía fuese la realidad y porque él nos ha ayudado a recrearla gracias a que Ismael Rodríguez y Pedro de Urdimalas supieron propiciar procesos de identificación con el público, con el pueblo, por medio del reconocimiento de sus valores, sus aspiraciones y sus símbolos. Pedro Infante nunca hubiera podido interpretar el personaje de un homosexual sin que su popularidad hubiese decaído. Tampoco pudo haber un productor dispuesto a invertir en la película de una historia en la cual la homosexualidad no hubiese sido repudiada y castigada. Esto se debe a que las industrias culturales pretenden un fin lucrativo, y por ello no están dispuestas a poner a la venta productos que vayan a ser rechazados por contrariar los valores de la mayoría, puesto que se corre el riesgo de perder la inversión realizada.
Pedro Infante es un caso único en el firmamento artístico de México y América Latina, pues aunque es una figura que sobresalió en el milenio pasado, en el presente sigue teniendo repercusión como fenómeno social. Le llaman el “Ídolo inmortal” porque después de él no ha existido otro que se le compare. Al perder la vida, el 15 de abril de 1957, el actor y cantante se convirtió en el mito, en la leyenda y en el icono de sus fans.
Fue en 1939 cuando el originario de Mazatlán, Sinaloa, hizo su primera participación en cine. Fungió como extra en la película “En un burro tres baturros”, y para 1942 ya alcanzaba su primer protagónico en el filme “Jesusita en Chihuahua”, de René Cardona.
Sin embargo, fue hasta 1944 que logró éxito mediante “¡Viva mi desgracia!” y “Escándalo de estrellas”, justo cuando la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) estaba por concluir y el cine mexicano se distinguía en la llamada Época de Oro.
El mismo argumentaba que no había tenido suerte para despegar al inicio de su carrera y es que, seamos honestos, ¿quién tiene éxito al inicio de la carrera? Y mas en una industria tan complicada como lo es el cine.
A lo largo de su trayectoria, Pedro Infante participó en más de 60 títulos cinematográficos y, de acuerdo con el catedrático Baltazar Gómez Pérez desde hace 28 años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no existe adolescente que ignore algo de él, aunque sea un dato sencillo. Y es que todos crecimos viendo las películas de Pedrito que solían aparecer en televisión abierta.
A 100 años de su aniversario, hoy le rendimos homenaje al ídolo de México y ¿Por qué no? También del mundo.
DMar.

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